«—Hm, ¿qué es eso que se divisa en el horizonte? Parecen
exploradores, ¿no cree usted, Sombrero?
El Sombrero Loco observó al gato arqueando las cejas. El animal
estaba sonriendo, como siempre, mostrando una escalofriante hilera de dientes
torcidos. Suspiró y se fijó en lo que Cheshire quería decirle.
—Sí, amigo, creo que son exploradores; deben de haber
aterrizado en el País de las Maravillas. ¿Por qué no vas a darles la
bienvenida?
El Gato Cheshire amplió, aún más si cabe, su enorme sonrisa.
Con un chasquido desapareció, dejando solo al pobre Sombrero Loco.
🎇🎇🎇🎇🎇
El animal apareció frente a aquel
grupo de humanos rápidamente. Su pelaje rayado se estremeció al notar el cambio
de temperatura; aquella llanura era mucho más fría que El Jardín, allí donde había dejado al
Sombrero Loco. Los recién llegados retrocedieron, asustados,
contemplando al gato con desconfianza.
—¡No temáis, amigos míos! —dijo este, tranquilizándolos—.
Estoy aquí para guiar vuestra visita al País de las Maravillas; solo los más valientes
se atreven a entrar. Aquí vais a encontrar peculiares personajes e historias
fantásticas que todavía no han sido descubiertas, ¿me acompañáis?Y, como bien dijo el Gato Cheshire, solo los más atrevidos lo siguieron por las profundidades de aquel lugar de locos, sin saber que iban a sumergirse en excitantes aventuras y conocer a nuevas personas. Tenían que darse prisa, no obstante, si querían llegar a tiempo para la fiesta del té.
Y tú, querido explorador, ¿te
atreves a adentrarte en el País de las Maravillas?»
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